Atticus - 24/10/2008
Me disponía a comenzar mi colaboración en una revista, en este apartado dedicado a comentar películas y noticias relacionadas con el cine, cuando escuché la noticia del fallecimiento de Pedro Masó, guionista, director y productor español que, pese a contar con una producción muy irregular donde se entremezclan divertidas comedias costumbristas ("Manolo guardia urbano”, "Historias de la televisión”, "La gran familia”), con aberrantes inmundicias ("El divorcio que viene”, "Las Ibéricas F.C.”), demostró ser un excepcional guionista en una de las mejores comedias del cine español: "ATRACO A LAS TRES” (1962).
Con el magnífico guión de Masó y la eficaz dirección de José María Forqué, se construye una divertidísima parodia del cine policial y de atracos perfectos que estaba de moda en el cine americano de la época, con claras influencias en el "Rufufú” de Mario Monicelli, y que cuenta la historia de la disparatada planificación y el chapucero intento de atraco a un banco por los empleados que trabajan en él, ante la decisión de sustituir arbitrariamente al bondadoso jefe de la sucursal.
Con ritmo vivo y fluidez narrativa encomiable se desarrolla la acción, plagada de guiños al cine negro clásico, acompañada por la notable banda sonora del argentino Adolfo Waitzman, con claros tintes jazzísticos, muy lejos de aquellos insufribles "dabadabadá” de multitud de comedias de los 60 y 70.
Pero si por algo se recuerda este film es por el sensacional conjunto de actores que interviene. Todo el reparto brilla con luz propia y forma un elenco perfecto e irrepetible: El siempre sobreactuado López Vázquez, cumple en esta ocasión a la perfección con su papel de infeliz cajero reconvertido en jefe de una banda de inútiles (inolvidable mientras hace reverencias ante la despampanante rubia que interpreta Katia Loritz y repite: "Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un sieerrvooo"...). Alfredo Landa -con pelo- en una de sus primeras apariciones en pantalla, como el acobardado chófer que apenas sabe conducir. Gracita Morales, siempre en su línea, intentando ser una vampiresa cañí, cuya mayor ilusión es comprarse con el dinero del atraco "un abriguito de entretiempo”, a la que, a su vez, intenta seducir otro de los grandes de nuestro cine, Manuel Alexandre, que quiere "un billetero de cocodrilo con un billete de mil peseeetaaas”. Agustín González, novio celoso, no tan histriónico como de costumbre, Rafaela Aparicio, José Orjas, y el gran Casto Sendra ("Cassen”), como conserje, inmenso. Un actor con una fuerza interpretativa asombrosa y un humorista de los mejores que ha dado este país, injustamente olvidado pese a haber compuesto el que quizás pueda considerarse el mejor personaje del cine español, Plácido.
La cinta no alcanza al grado de sátira vitriólica y demoledora de los Berlanga, Azcona o Bardem, pero Masó y Forqué componen, bajo la apariencia de una comedia inofensiva en tono festivo, un fresco de la realidad y un reflejo de la vida diaria en aquella España gris. Nos cuenta los sueños, los anhelos y las frustraciones de esas personas que malvivían en una sociedad que destilaba amargura. Al tiempo, apunta una encubierta crítica social con esos pobres diablos que no actúan motivados por el dinero fácil, sino por un deseo de venganza contra el tirano que destituye injustamente a su antiguo jefe. Revolución a pequeña escala y con el chapucerismo made in Spain por bandera. Y todo ello envuelto y enmascarado con el celofán de la comedia, como sólo los grandes del cine lo saben hacer. Como tan bien se hacía en el cine español de los 50 y primeros 60, donde las producciones eran de lo más modestas, pero se contaba con unos excelentes y preparados actores, y con unos guionistas originales. Donde imperaba un humor inocente y simple quizás, pero inteligente, sin nada que ver con la imbecilidad y ridiculez calzoncillera y teteril de las comedias Ozorianas y el Landismo más casposo.
En definitiva, un clásico del cine español con mayúsculas que se agradece volver a ver tranquilamente. Quien no tenga la suerte de tenerla en casa puede acercarse a